Estuve bebiendo como odiando la bebida,
como buscando matarla a cada trago.
Juan
Carlos Onetti
Bebíamos cerveza con tequila
y nos creíamos tremendamente
duros, indestructibles,
destinados a hacer grandes cosas,
¿recuerdas?,
libros indispensables, nuestros
nombres ilustres,
un cielo acomplejado ante nuestra
mirada
de suicidas amnésicos amantes de
la vida,
dónde queda la gloria,
instantáneas de hoteles
clausurados,
el latido del jazz y la tormenta,
el abismo fingido y este otro, tan
real,
del que jamás hablamos, no te
marches,
es pronto todavía, pero no queda
tiempo,
y los mapas tachados,
la melodía rota transmutada en
histeria,
horarios, adaptarse, medidas
necesarias
porque esto es la vida, reacciona,
quema todos tus libros,
Allen
Ginsberg, Bataille, Jacques Rigaut,
Onetti consumiéndose entre sábanas
bajo alguna tormenta tropical,
Jack London deambulando
por montañas cercanas al delirio,
con ojos de morfina y de
noviembre,
llamadas telefónicas, lo siento,
hace meses que ya no vive aquí,
Joseph Roth aferrado a una
botella,
Malcon Lowry empujando pastillas
con mezcal,
una casa amueblada con vistas a un
jardín,
la vida verdadera, no lo olvides,
anillos como sogas en los árboles,
aniversarios tristes con sonrisas
que velan cada noche
la locura dormida de mis venas.
Bebíamos ciudades que estallaron:
La resaca es atroz
cuando todos se han ido.
Poema incluido en El peso de los puentes