martes, 14 de agosto de 2012

CIUDADES QUE ESTALLARON



Estuve bebiendo como odiando la bebida,
como buscando matarla a cada trago.

Juan Carlos Onetti


Bebíamos cerveza con tequila
y nos creíamos tremendamente
duros, indestructibles,
destinados a hacer grandes cosas, ¿recuerdas?,
libros indispensables, nuestros nombres ilustres,
un cielo acomplejado ante nuestra mirada
de suicidas amnésicos amantes de la vida,
dónde queda la gloria,
instantáneas de hoteles clausurados,
el latido del jazz y la tormenta,
el abismo fingido y este otro, tan real,
del que jamás hablamos, no te marches,
es pronto todavía, pero no queda tiempo,
y los mapas tachados,
la melodía rota transmutada en histeria,
horarios, adaptarse, medidas necesarias
porque esto es la vida, reacciona,
quema todos tus libros,
Allen Ginsberg, Bataille, Jacques Rigaut,
Onetti consumiéndose entre sábanas
bajo alguna tormenta tropical,
Jack London deambulando
por montañas cercanas al delirio,
con ojos de morfina y de noviembre,
llamadas telefónicas, lo siento,
hace meses que ya no vive aquí,
Joseph Roth aferrado a una botella,
Malcon Lowry empujando pastillas con mezcal,
una casa amueblada con vistas a un jardín,
la vida verdadera, no lo olvides,
anillos como sogas en los árboles,
aniversarios tristes con sonrisas
que velan cada noche
la locura dormida de mis venas.

Bebíamos ciudades que estallaron:
La resaca es atroz
cuando todos se han ido.







Poema incluido en El peso de los puentes