lunes, 22 de abril de 2013

Joan Payeras, entre la intensidad de la luz y la elegancia del frío


El martes 16 de abril aparecía publicado en el diario Última Hora un artículo que escribí sobre Joan Payeras y su último libro, La luz y el frío. Creo que puede servir como introducción a la entrevista que hoy publico en “Tu cita de los martes”.

«Conozco a Joan Payeras desde los 19 años. Soy consciente de que hablar bien de su último libro, La luz y el frío, ganador del premio Café Comercial, me coloca automáticamente bajo los focos de la sospecha. No importa. Al final, en la hora de la defensa, los libros se quedan solos… Media un abismo (y no me refiero sólo al tiempo transcurrido) entre aquellos primeros poemas de Joan Payeras, leídos en el bar de la facultad de derecho, y los que integran su último poemario. Podría pensarse que esto, hasta cierto punto, no es meritorio. Pero el empecinamiento de algunos poetas por mantenerse en los albores de su propia escritura convierte este hecho en algo remarcable. La cosa, sin embargo, no termina aquí. Libro a libro, Payeras se ha ido superando, aunque tal vez sería más acertado emplear el verbo crecer. Efectivamente, el poeta Joan Payeras ha ido creciendo con cada nueva publicación hasta alcanzar las cotas de La luz y el frío. Se trata, en este caso, de un crecimiento sin aspavientos ni grandes saltos, un crecimiento sereno y continuado, diría que natural. Cuando hablo de crecimiento, estoy hablando de evolución, de calidad, de hondura. Curiosamente, este crecimiento supone una disminución en el número de versos de sus poemas, en el protagonismo que la anécdota adquiere en ellos. Pero preferiría que fueran ustedes los que descubrieran a este fantástico poeta de Palma. Que el desconocimiento de su nombre no les haga recular. Está a la altura de los mejores poetas que publican hoy en España».

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Ayer acometí la tercera lectura de La luz y el frío. La primera, hace ya algunos meses, la realicé en folios sueltos; las otras dos, en su formato libro. Las tres veces lo he hecho bolígrafo en mano. Las notas que fui tomando mientras leía los poemas configuran algunas de estas preguntas:

Antes de hablar del libro en su conjunto, quisiera hacerlo del primer poema, “Ideal”. Todo él, desde su título hasta la cita de Paul Valéry con la que arranca (“Un buen poema es silencioso”), es una declaración de intenciones. ¿Resume este poema lo que persigues cuando te sientas a escribir poesía?

Es una idea que resume, en realidad, lo que he perseguido mientras escribía este libro en particular. Normalmente, al releer los poemarios anteriores suele molestarme lo que sobra. Nunca echo nada de menos, sino de más. Así que existía una voluntad de concreción, de jugar con los silencios, de intentar no decir más de lo necesario. Era un "ideal", no sé si logrado, para el tono de este libro. Pero en absoluto es una declaración que vaya más allá. No sé qué buscaré en el siguiente libro, por ejemplo. Y me gustan autores que sí podrían casar con esta idea, y otros que en absoluto. No hablaba de la poesía en general, aunque la cita es muy taxativa, desde luego. Pero creo que Valéry era algo más dogmático que yo, al menos en ese sentido.

Hablando de la voluntad de concreción, José Ángel Valente, uno de tus poetas predilectos, o eso creo, aseguraba que su búsqueda poética estaba en la economía del lenguaje, de ahí que se acercase a otras artes, a la pintura, a la arquitectura o a la música, en busca de las estéticas de la condensación, de la precisión de los lenguajes. ¿Podría decirse que tu búsqueda, al menos hasta ahora, ha ido por estos derroteros?  Lo pregunto porque, al repasar en orden cronológico tus cuatro libros anteriores, me parece percibir un afán cada vez mayor de concreción, como si con cada nueva publicación tus poemas necesitaran de menos elementos para decir más… ¿Lo sientes así?

En parte sí, al menos hasta ahora. Creo que en realidad, al principio, se da de manera casi inconsciente. En los últimos libros, y como te decía sobre todo en La luz y el frío, ya soy consciente de que es una búsqueda formal determinada, pero no sé hasta qué punto es una elección mía o parte de una evolución natural que no depende tanto de nosotros. Y además de la concisión, de intentar ser más preciso, los poemas han sido cada vez menos narrativos, ha crecido mi interés por los silencios, por la elipsis, por dejar cada vez una mayor parte del juego al lector, dar cada vez menos pistas.

Y sí, José Ángel Valente es desde luego uno de mis poetas imprescindibles, y no sólo por esa concreción de la que hablábamos. También me atrae su misticismo, comparto esa vertiente espiritual del laico que no deja de buscar.

Pero como te comentaba antes, hay otros poetas a los que tengo también como indispensables que están muy alejados de la propuesta de Valente.

Sigamos con La luz y el frío. En el siguiente poema, “El paseo”, ya aparece una de las claves del libro: el Tiempo. Es poco el que se nos concede en esta vida, todo pasa demasiado rápido y, al echar la vista atrás, vemos que aquello tan importante apenas es ceniza, algo inservible y engañoso, al menos es lo que se desprende de muchos de tus poemas. Me consta que la paternidad acentuó tu conciencia de fugacidad, el miedo a perder lo que tienes… ¿Nos puedes hablar de esto? ¿Podemos afirmar que se trata de un libro más pesimista que Eva en América, tu anterior poemario? 

Eva en América es un libro más vitalista, un divertimento. La luz y el frío es un libro más temeroso. Pero ese miedo es el de alguien que ama la vida, la ama hasta el punto de parecerle inconcebible que pueda acabar, y es incapaz de asumir su final, asumir que las personas a las que quiere, por ejemplo, no volverán a ser abrazadas, ni siquiera recordadas en esa nada que espera al no creyente, claro. Vivimos seguramente en la época que menos piensa en la muerte, porque por primera vez no hay asideros, no hay dioses, estamos solos frente al final infinito. Bajo esta premisa, a muchos les parecerá un libro triste. De todos modos, creo que el paso del tiempo y la memoria han sido temas que han aparecido en mi poesía desde siempre.

Otra de las claves del libro radica en la confrontación entre la luz y el frío. Me gustaría que desarrollases esta idea.

La palabra "luz" es posiblemente la que más aparece en el libro. La luz como metáfora de nuestra vida, de lo que nos pertenece mientras seguimos aquí, en confrontación al frío que nos espera agazapado, paciente. El libro avanza en el intento de atrapar esa luz como si pudiéramos con ella enfrentarnos al final, a la ausencia de luz, de calor, de vida: al frío. Una metáfora que no es nueva, claro, y un intento abocado al fracaso.

Por primera vez te has atrevido con la prosa poética y debo decir que algunas de ellas, como “El paseo”, “La maldición” o “Aquí, ahora”, me han parecido excelentes. ¿Cómo surge la idea de escribir esas prosas? ¿Ya sabes, antes de sentarte a escribir, la forma que adoptará eso que vas a escribir?

Normalmente sí. La disposición es otra, el planteamiento también. La prosa poética me ha permitido utilizar recursos que en el tono y la forma de los poemas no encajaban. Creo que en la lectura del libro tienen una función muy importante, tanto de ruptura y descanso entre los poemas como de ir abriendo puertas, dejando pistas.

La verdad es que me he sentido muy cómodo, he disfrutado mucho escribiéndolas, y puede que eso se note.

Ampliemos el objetivo. En tus dos primeras respuestas comentas que entre tus autores indispensables se hallan poetas cuyas propuestas son muy diferentes entre sí. Me gustaría que me hablases de esos autores, de cómo crees que te han influido, de lo que más aprecias de esas propuestas… En fin, háblanos de tu formación como poeta. 

Enseguida me vienen a la cabeza la poesía existencial de Blas de Otero, la hermosa decadencia culturalista de José María Álvarez o el hondo silencio de Valente. La propuesta de Álvarez y la de Valente, por ejemplo, son muy diferentes, y los dos son autores a los que vuelvo constantemente. Pero son muchos nombres: José Agustín Goytisolo, Gil de Biedma, Juan Luis Panero o José Corredor Matheos. Releo también mucho a Pizarnik, a Rabindranath Tagore. Y hay muchos novelistas que me han influido tanto o más que estos poetas, estoy seguro. Pero aquí sí que ya la lista se haría muy larga.

Seguimos con el tema de las influencias. Decía José Ángel Valente, citando a Keats, que el poeta tiene que aniquilar su identidad para dejar que el universo pase a través de él; aseguraba que el poeta que habla de su experiencia personal yerra estrepitosamente. Sin embargo, en tus poemas encuentro mucho de experiencia personal. Por su parte, hablar de José María Álvarez supone hablar de un culturalismo exacerbado, ligado, eso sí, a una experiencia vivencial. Sin embargo, en la experiencia vivencial de tus poemas ese culturalismo a lo Álvarez apenas tiene presencia. ¿Estás de acuerdo con esta reflexión? ¿Es tu poesía un cruce de ambas propuestas? 

Cualquier voz, cualquier poesía, es el cruce de muchas propuestas, de muchos libros, de una vida. No creo que sea tan fácil. Evidentemente, son dos autores que me inspiran muchísimo y algo habrá de ellos y de otros muchos en mi poesía. Creo que en La luz y el frío, al menos formalmente, quizás encontramos más ecos de Valente, o de Corredor Matheos. Pero soy incapaz de reducirlo a un cruce de dos propuestas. Antes no te he dado nombres de novelistas, pero para mi educación literaria algunos de ellos, como Thomas Wolfe, o Salinger, han tenido tanta importancia como los que mencionas. Seguro que también hay algo de ellos entre los versos, porque en su momento me cambiaron la vida. Y no hemos hablado de Pessoa, o de Jorge Guillén, o de un simple cuento de Carver que de repente enciende algo que se queda para siempre. Quiero decir que sería interminable la lista de lo que nos conforma.

Todos los autores que mencionas nacieron antes de 1950, algunos mucho antes. ¿Qué me dices de los autores actuales, más cercanos a tu generación? ¿Alguna propuesta ha llamado tu atención?

Desde luego, hay bastantes autores a los que seguir. Estos últimos meses he disfrutado mucho con la lectura de Los archivos griegos de Blanca Andreu y de Violeta profundo de Rafael Fombellida, por ejemplo. Me interesa mucho la obra de Manuel Vilas, Felipe Benítez Reyes, Jon Juaristi o Sánchez Robayna. Y también estamos dejando multitud de nombres en el tintero, porque me vienen a la cabeza muy buenos libros de Ada Salas, Vicente Gallego, Luis Muñoz, Carlos Alcorta, Ben Clark...Y aquí sigue habiendo voces muy diversas.

Diría que, últimamente, las lecturas poéticas conjuntas, las jam sessions de poesía, se han puesto de moda. En una ciudad como Palma, que yo sepa, existen dos que parecen gozar de buena salud, por no hablar de lo que ocurre (todos tenemos Facebook) en ciudades como Madrid o Barcelona. ¿Qué piensas de este fenómeno? ¿Te imaginas participando en uno de estos eventos?

Siempre he entendido la literatura como un asunto muy íntimo, un puente entre autor y lector que se modifica en cada relación. Nunca me gustaron las lecturas. Antes de que existieran estas jam sessions, ya me costaba mucho disfrutar de una clásica lectura poética. Disfrutaba con las conferencias y con las charlas de los buenos conferenciantes, pero nunca de la lectura como cuando lo hacía en casa, a solas. Me temo que estas sesiones están proporcionando una falsa idea de que la poesía sigue viva, de que goza de buena salud, de que interesa. Pero no es poesía, es otra cosa. A mí no me interesan en absoluto, están muy alejadas de lo que entiendo por literatura. Y como espectáculo, tampoco me gustan. En cualquier caso no creo que fuera capaz de disfrutar de un buen poema así. Necesito estar solo, leerlo para mí.

Y claro, no me imagino participando. Soy además muy mal lector en público, como saben los que me conocen, así que creo que tanto las jams como yo estaremos mejor si seguimos ignorándonos.

Sigamos con la actualidad. Hace ya tiempo, las llamadas nuevas tecnologías revolucionaron el panorama cultural, las distintas redes sociales son una realidad indiscutible, el abaratamiento de costes en el mundo de la impresión y la autopromoción a través de esas redes sociales y demás plataformas digitales hace que hoy se publiquen y se tenga acceso a más libros que nunca. Como suele decirse, los poetas inéditos son una especie en vías de extinción. ¿Cómo ha afectado todo esto, si es que lo ha hecho, al mundo de la poesía? ¿Es buena toda esta proliferación?

Como siempre, este tipo de facilidades sólo ayudan a los que tenían un criterio sólido anterior, a los que tienen la capacidad de distinguir el grano de la paja. Para los que no tengan esa capacidad, la red parecerá que les ayuda, pero será todo lo contrario. Poder consultar en cualquier momento algo en la wikipedia no es como saberlo. Y tener acceso a todo tipo de poetas, de cualquier nivel, mezclados unos con otros en una gran cesta, sin la formación ni el criterio adecuados, también puede dar lugar a equívocos. Antes, la publicación era un filtro, muchas veces injusto, pero un filtro al fin y al cabo. Está muy bien que todo el que quiera pueda darse el capricho de publicarse el libro. Pero no hay que engañarse, ni dejarse engañar.

Vuelvo a tu primera respuesta. En ella dices que no sabes lo que buscarás en el siguiente libro. ¿Ya has empezado a trabajar en él? ¿Entraría dentro de lo posible encontrarnos con un Joan Payeras más expansivo, menos concreto?

Estaría dentro de lo posible casi cualquier cosa. Por primera vez en muchos años, no tengo nada en marcha. Aunque ya empiezo a notar algún síntoma sospechoso...

Para termina, hace unos años uno de tus cuentos resultó finalista en el certamen NH de relatos. ¿Veremos algún día un libro de relatos o una novela de Joan Payeras?

Una novela lo veo difícil. Nunca se sabe, pero me temo que no tengo el aliento necesario. El libro de relatos sí es una de las ilusiones, de los retos pendientes. Sigo escribiendo relatos, de vez en cuando, sobre todo como desintoxicación y descanso de la poesía. Me gustaría poder reunirlos algún día en un libro, cuando haya material suficiente.