martes, 26 de noviembre de 2013

Tan innegable talento (después de leer una novela de David Foster Wallace)

Recuerdo que cuando terminé de leer La escoba del sistema, primera novela del fallecido y aclamado David Foster Wallace, vino a mi mente la imagen del escritor. Lo vi con pañuelo en la cabeza, la melena lisa y castaña cayendo sobre sus hombros. Su sonrisa era triste, como si intuyera cuál iba a ser su final. Mi cerebro ya se encontraba trabajando en una especie de sentencia: “Tan innegable talento y sin embargo…”. ¿Adónde quería llegar a parar? La novela me había gustado. Como escribieron muchos, es divertida, brillante, extravagante… Algo me inquietaba. Alcancé el Smartphone y en la aplicación “Notas” escribí lo siguiente: “Una vez finalizada la lectura de una novela leída con placer, pueden ocurrir dos cosas: 1) Que los personajes, que el argumento de la novela, se eleven sobre el propio novelista hasta conseguir que nos olvidemos de él, al menos por un tiempo. 2) Que el novelista fagocite a sus propios personajes, la propia historia que contó, y se erija en una especie de gigante al que rendir tributo. Esta distinción apunta de un modo decisivo a lo que algunos llaman posmodernidad. Se trata de una distinción incierta, movediza, como una frontera entre dos territorios en perpetua confrontación. Hay quienes aman reptar por el fango del campo de batalla y quienes prefieren contemplar el resumen de un minuto que de la contienda ofrecen los telediarios”. Dejé el teléfono y me fui a sentar junto a mi esposa y mi hija pequeña. En el telediario anunciaban el fin irreversible de no sé qué cosa. Me sentía bien.

ULTIMA HORA, 26/11/13