miércoles, 15 de enero de 2014

Primeros combinados

Después del partido de los sábados, nos encontrábamos en alguno de los locales de Can Barberà, generalmente en Villario. Fue allí precisamente donde tomé mi primer combinado. Tendría unos catorce años y me llamaban el flaco, a veces cowboy. Lo de cowboy era por los vaqueros estrechos que solía llevar y la costumbre de introducir los pulgares en sus bolsillos delanteros. Mi primer combinado fue un vodka limón. Aquello sabía horrible, pero lo cierto es que, una vez finalizada la copa, uno se sentía más intrépido. Hablo de aquellas galas de tarde en las que uno lo daba todo, como si no fuera a haber mañana. Nos recuerdo bailando Faith, de George Michael, o el Like a Virgin, de Madonna. También recuerdo mi primer botellón. Lo hicimos en las estrechas escaleras que unen Joan Miró con Can Barberà, esas que invariablemente olían a meado. Entre tres nos bajamos una botella de cava caliente. El mareo rápidamente derivó en dolor de cabeza y diarrea. También fue en Can Barberà donde me atracaron por primera vez. Un tipo desesperado por pillar droga amenazó mi cuello con la mitad filosa de una botella de cerveza. El muy cabrón la rompió frente a mis ojos. Me quitó lo que llevaba, unas 300 pesetas. Para compensar, fue allí, en Can Barberà, donde logré dar mi primer beso. Se llamaba… ¿qué importa? Era bajita, de piel blanca y ojos azules. Creo que todos los que frecuentábamos Villario acabamos besándola alguna vez. ¿Y por qué todo esto? ¿Crisis de los 40? ¿O será que el próximo verano mi hija mayor cumplirá 11 años?

ULTIMA HORA, 14/01/14