sábado, 24 de mayo de 2014

Nosotros caminamos en sueños, de Patricio Pron

Escribo apresurado. Dispongo de poco tiempo. No estoy en casa. No digo dónde estoy porque, si lo hiciera, podría traerme consecuencias negativas. Iré al grano. Ayer terminé de leer Nosotros caminamos en sueños, de Patricio Pron. Esto, como ya habrán adivinado, no va a ser una reseña. “¡Deja de robar!”, grita alguien unos metros más allá. No, no debo distraerme. Serán sólo unas líneas. Diré, para empezar, que me ha gustado. Mientras leía, mi dedo índice se movía instintivamente en busca del botón “me gusta”. Se dice en la contraportada que

Escribí lo anterior el jueves. Ahora es sábado. Tuve que abandonar mi posición y, por consiguiente, mi no-reseña porque corría el peligro de ser descubierto. Ya no hay peligro, pero lo cierto es que he perdido el hilo y, por si fuera poco, el ímpetu que el jueves me llevó a escribir el párrafo anterior.

Quería decir algo sobre la contraportada. Sí, ya recuerdo. En ella se dice que el relato de Pron es habitado simultáneamente por los espíritus afines de Samuel Beckett, César Aira, Martin Amis y Fogwill. Bien podría ser, pero en esta enumeración eché en falta el espíritu del Levrero más cáustico y fantástico. Si tuviera a Pron delante, le preguntaría si en algún momento pensó en el uruguayo mientras escribía su novela.

¿Y de qué va la novela? De la guerra, claro. Que trascurra en Las Malvinas o en unas islas suspendidas en el espacio resulta irrelevante. Parece decirnos Pron que algo tan absurdo y humano como la guerra sólo pudiera contarse desde algo tan absurdo y humano como los sueños. Y en esto entronca con Levrero: en la lírica desquiciada y cómica de lo onírico. Los personajes de esta novela se mueven por los escenarios ilógicos e imprevisibles de esos sueños de los que no podemos despertar.

(Debo decir también que hubo momentos en la novela en que no pude evitar pensar en el famoso sketch de Gila sobre la guerra).

Dice el novelista en una nota final: “La irreversibilidad con la que el relato y los objetos avanzaban hacia el final de la historia repetía mis recuerdos de niño, en los que la guerra era irreversible y carecía de todo fundamento; cuando terminó, sospeché que quizá no había existido nunca”. Algo más adelante: “esta novela trata también acerca de la imbecilidad militar, la cobardía y su parecido con la sensatez y la guerra, que es realmente, como decimos, una puta mierda , pero también de la felicidad de convertir el temor y los sueños infantiles en ficción y sentido”.

Como curiosidad que no viene mucho al caso, diré que Patricio Pron, uno de mis escritores favoritos más o menos jóvenes de la actualidad, comparte año de nacimiento con otro de mis escritores favoritos más o menos jóvenes de la actualidad, Alejandro Zambra.

Ya para terminar, y para que se hagan una idea de lo que van a encontrarse si se acercan a esta novela, transcribo tres párrafos de Nosotros caminamos en sueños:


Este es un ejército moderno que busca la optimización de sus recursos pero elude cualquier clase de traba burocrática: somos una empresa capitalista de exterminio masivo que no escapa a la necesidad de optimizar sus recursos como cualquier otra empresa. Lo que usted tiene que hacer es matar a todas las personas que encuentre en la guerra sin detenerse en ninguna clase de consideración de índole moral o ética y sin contemplaciones. (Dicho por el encargado de la oficina de Afrentas y Cuestiones de Honor).

*

Pero yo, por alguna razón, me sentía feliz: feliz de que no me hubieran matado aún y de que pudiese disfrutar una vez más de algo que no había pensado que existiera ya, algo que se parecía a la irresponsable ausencia de proyectos y a la convicción de que cualquier cosa que hicieras no tenía importancia porque no había un futuro en el que pudiera proyectar sus consecuencias.

*

Al salir del puesto de comunicaciones se acercó a mí un grupo de japoneses y estuvo filmándome un rato. Una de las grandes ideas que Morin había tenido mientras yo velaba junto a O’Brien era la de seducir a potenciales turistas con el argumento de que se les mostraría la guerra tal como ésta era, sin ninguna manipulación televisiva; de modo que desde hacía un par de días un grupo de turistas japoneses deambulaba por nuestras posiciones con sus cámaras fotográficas y sus filmadoras registrando todo lo que hacíamos.