viernes, 13 de enero de 2017

El futuro vendrá y nos pillará en pelotas


Hablo del futuro con mi hija mayor. Se encuentra en esa edad en que el mundo de los adultos, con sus preocupaciones y rutinas, con sus agobios y cansancios, se le presenta como algo lejano, que nunca la alcanzará. Si le hablo de formación y esfuerzo, bosteza indisimuladamente y le echa un vistazo a su móvil, a escasos centímetros de sus manos (la obligué a soltarlo para poder mantener una charla con ella). Menciono la necesidad de dominar el inglés (ella ya habla francés y español a la perfección), de ser capaz de entender y analizar textos complejos y transmitir después esa información, le hablo de la inminente robotización de millones de puestos de trabajo, de la especialización (además de la capacidad de análisis) necesaria para no caer en esa bolsa de desplazados que veremos surgir por la inevitable automatización de las funciones que venían desempeñando hasta el momento. Tal vez me esté pasando, sólo tienes trece años. Me recuerdo a mí mismo bostezando cuando a mis padres les daba por hablarme del futuro. El futuro vendrá y nos pillará en pelotas. Tal vez estas charlas no sirvan de nada. Los hechos nos definen, no las palabras. Sólo el ejemplo puede dejar un poso en esa mente aún en formación. Doy por concluida la charla y me dirijo al baño. Le dedico al espejo mis mejores caras de tipo inteligente, íntegro. No me convenzo.