domingo, 10 de septiembre de 2017

Taller de escritura creativa. Diario de un profesor novato [5]

Cinco

Todo profesor de escritura creativa debe en algún momento, indefectiblemente, hablar de Chéjov y su pistola. Al arma chejoviana ha de seguir, de un modo natural, el famoso McGuffin. Hablar de Hitchcock y los leones de Escocia dotará al profesor de escritura creativa de un aura sacerdotal útil para su homilía.

De ser esto un relato, quiero decir, una escritura de ficción que busca persuadir a hipotéticos lectores, el inicio del taller en el mes de octubre sería el McGuffin. Hace que la historia avance, provoca estas entradas y, sin embargo, nada hemos de saber de él. Vive en el horizonte, es una nebulosa, una excusa para insertar cuatro aforismos baratos y justificar este estado de nervios.

Los comentarios sobre Fenj y la novela de Larraquy (ya finiquitada) así como la evocación campestre (entrada dos) tienen todos los números para convertirse en pistolas que en el último acto nadie disparará. De ser esto un relato, claro. 

Orbito alrededor del cuento. Regresé a Cortázar, a Borges, compré el libro ganador del premio Setenil 2016. Apunto el nombre de autores actuales, de libros del pasado que me juré leer y dejé pasar. Hago listas. Cerceno las ganas de empezar algo. Ahora no, me digo. A partir del lunes debo profundizar en el temario, preparar las clases. Lo ideal es saber conciliar impulso y estrategia, nunca olvidar ese espacio para la improvisación, para lo inesperado. Como cuando te sientas a escribir y el sonido del teclado toma las riendas. Luego regresa el silencio –siempre lo hace– y conviene tener las herramientas adecuadas para terminar de dar forma a eso que sacaste, olvidarse de las entrañas para dejar que el cerebro trabaje tranquilo, como un poli veterano en la escena del crimen. 

Por lo demás, pensé que el poeta honesto volvería a la carga. Es un alivio comprobar que mi aparato intuitivo no pasa por su mejor momento.