jueves, 7 de septiembre de 2017

Taller de escritura creativa. Diario de un profesor novato [3]

Tres

¿Despido algún tipo de aura capaz de infiltrarse en el ciberespacio? ¿Ya tengo cara de profesor? ¿Se ha visto modificada mi manera de escribir? El día después de aceptar la propuesta, me llega una petición a través de Facebook. Se trata de un antiguo “amigo” al que tuve que parar los pies meses a atrás. No había semana que no me hiciera llegar alguno de sus poemas para saber mi opinión. Debía verme como una especie de crítico particular. Jamás se le pasó por la cabeza que yo pudiera tener vida propia, al margen de sus deseos. Al principio opté por ser colaborativo, pero pronto me di cuenta de que, si no hacía algo, aquello se prolongaría indefinidamente. De un modo educado, le insinué que, por sorprendente que pudiera resultarle, también experimentaba placer al dedicarme a mis cosas durante mi escaso tiempo libre. Por lo visto, el lenguaje sutil no era su fuerte. Tuve que dejarle las cosas claras. Se sintió dolido, pero cesaron los mensajes. Ingenuo de mí, pensaba que no volvería a tener noticias suyas. Estaba equivocado. Ha vuelto a la carga. Leo el poema. Más de lo mismo. Eso sí, nadie le negará fidelidad a su propia voz. Como si hubiera algún tipo de mérito en eso. Dejo pasar un día. Insiste. Quiere conocer mi opinión. Me lo tomo como unas prácticas. Sin cobrar, como en el ABaC. Escribo: «Leí el poema. Voy a permitirme el lujo de ser sincero. Piensa que podría despacharlo con un simple “está muy bien”. En primer lugar, debo decir que no soy muy amigo de las enumeraciones. Las tolero si tienen gracia, o si en ellas entran en juego imágenes o metáforas potentes, o si en cada uno de los elementos que las integran se menciona algo diferente, que enriquece o contradice lo anteriormente dicho, etc. Salvo por los dos versos finales, tu poema se reduce a una enumeración reiterativa de un deseo. Digamos que se alarga sin mucha justificación. En los poemas de corte realista de índole sentimental (los que sueles escribir) esperas que se te cuente una anécdota sentimentalmente interesante capaz de trascender, alguna experiencia que exhorte tu inteligencia y/o sensibilidad, alguna reflexión de calado… Si la cosa está aderezada con imágenes sorprendentes, audacia verbal, etc., el poema gana enteros. Tengo la impresión de que este poema se queda corto en todos los aspectos. Es cierto que al final tratas de levantarlo, pero me da a mí que no alcanza para despegar. Espero no haber sido muy duro. Creo que, a estas alturas, la sinceridad es lo mejor que puedo ofrecerte. Mucha suerte con tus próximas creaciones». Su respuesta: «Pues a mí me gusta el poema. Es coherente. Y el final mola». ¿No es genial?